¿Qué pasaría si las chilenas paramos hoy 8 de marzo de 2017?
Desde hace unos meses venimos escuchando que el próximo 8 de marzo, el Día de la Mujer, muchas organizaciones de mujeres, en distintos países, han convocado un paro internacional de mujeres.
Tal parece que esto se ha ido gestando a partir de muchas expresiones misóginas que se han escuchado el último año en distintas partes del mundo. Desde la llegada un presidente misógino a la Casa Blanca, hasta la despenalización de la violencia de género en Rusia, pasando por los feminicidios y las violaciones en Latinoamérica, se ha ido generando un sentimiento de descontento entre las mujeres, quienes se han organizado a a partir de la consigna #NosotrasParamos, movimiento sociopolítico que busca que nosotras, las mujeres, nos vallamos a huelga el próximo 8 de marzo.
Haciendo política ficción acerca de este llamado a paro mundial, trataremos de contestar la pregunta ¿Qué pasaría si las chilenas paráramos el miércoles que viene?
De acuerdo a los datos que nos aporta el INE podríamos caracterizar el siguiente escenario: dado que la tasa de participación laboral femenina a nivel nacional aumentó desde 45,3% del 2010, al 48,2% en 2015, podríamos sostener que un 48,2 % de puestos de trabajo no tendrán producción ese día. Por otra parte, como un 38% del total de personas emprendedoras, en el país, son del sexo femenino, lo más seguro es que 709.994 mujeres no realizarían las labores propias de sus emprendimientos.
Por otra parte, cuando buscamos algunas razones que justifiquen que las chilenas paráramos nuestras actividades laborales, encontraríamos que entre los años 2006 y 2013, fuimos el 52% del total de personas en situación de pobreza extrema en el país; alcanzando el 2013 un total de 55,5%.
El año 2012 el total de mujeres ocupadas fue de 3.104.902. En términos de ingresos laborales, ese año percibieron un ingreso medio de $338.791 y los hombres de $500.787, lo que da cuenta de una brecha salarial desfavorable para las trabajadoras del orden del 32,3%.
Pero no todo es tan negativo, dirán algunos detractores de este movimiento social femenino, por ejemplo por ejemplo, los datos acerca de la participación política de las mujeres nos muestran que el porcentaje de electas en alcaldías aumentó desde 6,4% a 12,5% entre 1992 y 2012, una leve, pero destacable mejora. No obstante, nuestra participación en el gobierno, no ha sido tan constante como quisiéramos. El porcentaje de mujeres ministras de Estado ha fluctuado considerablemente desde 1990 a la fecha, con extremos de 0% en ese año, pasando por la paridad en el año 2006, para llegar a al 34,8% de mujeres ministras de estado en el año 2015.
El número de femicidios anuales parece ser otra buena razón para parar este 8 de marzo, en tanto desde el año 2011 la tasa se ha mantenido más o menos constante y cercana al 0,50. Por ejemplo, el año recién pasado fue de 0,49; es decir, en Chile por cada 100.000 mujeres, a 49 de ellas las mata su pareja o expareja. Pero a este respecto, tenemos aún estadísticas peores, porque aunque ustedes no lo crean, el año pasado hubo 112 femicidios frustrados, para buena suerte de las víctimas.
Otro de los aspectos interesantes de este llamado a paro de mujeres es cuándo proyectamos lo que sucedería si las mujeres dejamos de hacer esas tareas o trabajos que, si bien no responden a un contrato contractual formal, son parte de otras convenciones sociales en las que participamos cotidianamente, donde se nos asignan tareas no remuneradas, pero de gran valor para la reproducción de la sociedad.
Así, nos preguntamos qué sucedería en los hogares de nuestro país si este 8 de marzo las mujeres no hacemos nada, y paramos en nuestras tareas domésticas. Seguro que en muchas casas no habría desayuno, almuerzo, ni onces. Tampoco ropa limpia o camas tendidas, muchos ancianos o ancianas se quejarían porque nadie los ha cuidado; muchos niños o niñas no podrían ir al colegio, entre muchas otras cosas que pasaran cualquier día de estos, cuando las mujeres hagamos valer nuestro importante aporte a la construcción de la realidad cotidiana de este país, y nos pongamos firmes en nuestro objetivo de democratizar el país y la casa, para construir espacios igualitarios, donde todos y todas seamos valoradas y valorados.
¡Ay de ese día!