José Miguel Carrasco: “Esta es la facultad de la UFRO más humana con el personal”.
José Miguel Carrasco Uribe, más conocido como “Don Jose” o “el Jota”, es un importante miembro del equipo de nuestra facultad. Conocido y querido por muchos, su labor es indispensable para el completo funcionamiento de las dependencias del edificio Irma Salas (el “O” como le conocen nuestros estudiantes). Con casi 40 años de servicio en la universidad y 35 como parte de nuestra comunidad comenta su trayectoria en la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades.
Encontrarlo no fue fácil, siempre se le ve corriendo para todos lados, limpiando, ordenando o ayudando en el quehacer de la Facultad. Reacio para hablar, pero siempre con una sonrisa en el rostro accedió a responder algunas de nuestras preguntas.
Don Jose ¿Cuándo llegó a la UFRO?
El 3 de abril de 1978, voy cumplir 40 años de servicio. Nunca pensé que iba a estar tanto tiempo trabajando acá – en ese momento toca madera a modo de superstición- porque cuando cumpla 43 años de servicio tendré 65 años y ahí me jubilaré. Llegué a la UFRO con 21 años.
¿Qué hacía antes de estar acá?
Hice el regimiento y cuando salí me fui a trabajar en una construcción. Después de eso vi que acá necesitaban gente de auxiliar y jardinería. Me tincó, así que me presenté, hice un test de unas 65 preguntas y quedé.
¿Qué recuerdos tiene de la Facultad en sus inicios?
Antes, la Facultad era chiquitita, solo estaba el Departamento de Educación. Tenía 3 pisos y cada uno tenía 4 salas. Desde hace 15 o 20 años aproximadamente, se construyó el 4to y 5to piso. En ese entonces esto no se llamaba Universidad de La Frontera, esto era sede de la Universidad de Chile.
Algo de historia.
La Universidad de La Frontera nace como institución el 20 de marzo de 1981 tras la fusión de las sedes de la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado que se encontraban en nuestra región. Esto se realizó a través de la norma D.F.L N°17 creada en Santiago el 10 de marzo de 1981 ¿El motivo? Contribuir al desarrollo de espacios regionales. No obstante, la promulgación de la Ley General de Universidades tiene un trasfondo político para atomizar cualquier movimiento estudiantil y descentralizar la gestión. Fue así como los planteles se disolvieron y en la sede de la Universidad de Chile, era cada vez más frecuente ver rostros nuevos en las dependencias. Momento histórico que Don José Miguel recuerda claramente.
¿Cómo recuerda la fusión?
Nosotros escuchábamos el rumor de que se iban a desarmar las universidades acá. Lo más probable era que la sede de “la Chile” y la “UTE” se fusionaran. Luego el 10 de marzo de 1981 se creó la UFRO. Teníamos miedo porque no conocíamos a los jefes que llegaron para acá, casi todos eran de la UTE, quedó muy poca gente de la Universidad de Chile. Había miedo e incertidumbre de un posible despido de personal.
Después de todo el miedo nos fuimos adecuando, pero había rivalidad entre los equipos de fútbol de ambas universidades. Estas se crearon en representación de la universidad, se llamaba Liga de Asociaciones públicas y ahí participaban varias reparticiones de profes, auxiliares, todos jugábamos.
¿De qué equipo era usted?
Soy de “la Chile”. Todavía jugamos con algunos acá. Tengo una anécdota sobre eso. Resulta que le dijimos al Juan Carlos (auxiliar de la Facultad) que teníamos un partido, él como es bueno para la pelota y jugó. Nosotros le dijimos que a tal hora íbamos a estar en las canchas y que trajera toda su implementación. La cosa es que llegó y no había nadie, entonces él pensó que se había equivocado de lugar, miraba la hora para ver si estaba bien y nadie estaba donde le habíamos dicho. Estuvo esperando harto rato hasta que cachó que lo estábamos molestando. Claro, todos nos reíamos y estaba picado. De eso tenemos hasta fotos que están enmarcadas en la oficina del segundo piso. Todavía lo molestamos con eso (risas).
Y con todo los años que lleva ¿Se acuerda cómo eran los/as académicos/as que hoy son parte de la Facultad?
Si le contara… ¿Por dónde empiezo? No puedo echarlos al agua eso sí. Yo conocí cuando eran estudiantes a Álvaro Cuminao, Mabel García, Jaime Otazo, Luis Nitrihual, Jaime Flores, Jaime Garrido, Carlos del Valle. No me acuerdo de todos. Antes los cabros no eran tan buenos para las piedras, se defendían con pelotas de ping pong. No crea todo, eso es mentira (ríe).
Le quedan tres años para jubilarse ¿Con qué recuerdos se irá?
Esta es la facultad más humana con el personal y eso es lo más importante. Todos los días crece la universidad en edificios y áreas verdes. Las nuevas innovaciones que se han hecho en la facultad son buenas e importantes. Yo siempre he dicho que la UFRO es una de las mejores a nivel nacional y me gustaría que esta facultad siguiera creciendo como lo ha hecho hasta ahora, que tengan más carreras ligadas a las humanidades, así como se hizo con la creación de Bachillerato. Cuando me vaya, voy a aprovechar el tiempo para descansar. Vamos a buscar a alguien que sea parecido a mí para que siga con el legado (risas).
¿Tendrá alguna anécdota guardada por ahí?
(Risas) No es que sea egoísta, es que no me acuerdo y hay algunas que no se pueden contar. No son aptas para todo público. Déjeme recordar alguna. Ya mire, una vez estábamos con Roberto Medina (auxiliar jubilado de la facultad), era entre pascua y año nuevo. Cuando la gente salía del edificio teníamos que revisar todo, desde el primer piso al tercer piso, el edificio completo. Vimos que no había nadie y bajamos al segundo piso para arreglar nuestras cosas e irnos, cuando de la nada empieza a bajar la escala una niña. Nosotros quedamos ¡plop! ¡Para qué le digo! Nunca supimos dónde estaba y después de eso no la vimos nunca más en la universidad.
Tengo otra. Esta no es paranormal (risas) para que no se asuste.
Hicimos un asado campestre en Agronomía, estaban las secretarias: Belén, Alejandra, Gisela, el “Parrita”, Juan Carlos, Roberto y Álvaro Cuminao. Nos comimos unos churrascos a la parrilla y al terminar nos vinimos para lavar las cosas, en eso nos dimos cuenta que los portones estaban cerrados y en ese tiempo costaba encontrar a los guardias, por lo que tuvimos que saltar un cerco en el lado de informática. La cosa es que el cerco tenía unos fierros largos y al medio un chico, entonces le dije a Juan Carlos que saltáramos por otro lado, pero él me dijo que lo haría por ahí. Yo salí por un lugar más seguro y el Juan Carlos salta por la cerca, en ese tiempo pesaba más de 100 kilos y piso los dos fierros, se ensartó uno en cada pie ¡Cómo gritaba ese hombre oiga! Había una gritería, que llegaba a llorar. Tuve que volver para sacarle los pies del cerco y llamé a los colegas que se habían ido para que me ayudaran. Yo andaba con una cortapluma, así que tuvimos que cortarle piel que le quedó colgando y le limpiamos con alcohol. Llamamos una ambulancia para que se lo llevaran al hospital, el problema es que se fue solo, era año nuevo, así que tuvimos que llamar a la casa explicando lo que le había pasado. Cuando volvimos, el Juan Carlos caminaba como momia.
“Ya, esas le cuento, las otras no se pueden contar. Tengo que volver a la pega”. Así terminó la entrevista
Gracias Don Jose por sus años de servicio y su intachable trabajo.