Estudio UFRO revela aumento en el consumo de comida chatarra y alcohol durante la cuarentena
• El encierro por COVID-19 deja en evidencia además un aumento de peso corporal asociado al bajo consumo de agua.
“Cambios en los hábitos alimentarios, los patrones de actividad física y el estado nutricional durante el encierro por COVID-19: factores asociados en la población chilena” se titula el estudio liderado por los docentes Mg. Daniela Reyes Olavarría y Dr. Pedro Delgado Floody del Departamento de Educación Física, Deportes y Recreación de la UFRO, que revela significativos resultados en cuanto a los hábitos alimentarios en la población chilena.
El estudio surge cuando La Araucanía fue anunciada como una de las primeras regiones en cuarentena y restricciones del libre tránsito. “Comenzamos a visualizar que el confinamiento en la población iba a provocar cambios tanto en el acceso a los alimentos, como en los mismos niveles de actividad física, considerando que antes de esta pandemia ya teníamos otra como lo es la obesidad. Las personas con enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes mellitus tipo II, hipertensión y sobre todo obesidad, tienen disminuido su sistema inmune siendo una población de alto riesgo al exacerbar el cuadro clínico producto el COVID-19” explica la docente Daniela Reyes.
El objetivo de la investigación es determinar los cambios en el estilo de vida, como los hábitos alimenticios y los patrones de actividad físico (por AP), causados por el confinamiento durante la pandemia de COVID-19 y analizar su asociación con los cambios en el peso corporal y el estado físico. Las encuestas fueron realizadas por plataforma online en los meses de abril y mayo en donde participaron 700 personas de 18 a 62 años, chilenas o extranjeros residentes en Chile.
PRINCIPALES RESULTADOS
El estudio revela que el bajo consumo de agua (1 a 3 vasos según lo reportado) se asocia con un aumento de peso corporal. Las pausas activas pueden ser factores protectores para el aumento de peso corporal. El consumo diario de alcohol se asoció con una disminución de actividad física. En cuanto al tiempo sedentario (sobre 6 horas al día) presentó una asociación con cambios negativos en el peso corporal.
Un 38.1% de las mujeres indican haber aumentado de peso y el 58.7% del mismo sexo indica haber disminuido su actividad física producto el confinamiento. En relación con los parámetros negativos, el 30% de la muestra informó el consumo diario de alcohol y la ingesta de comida chatarra y frita 1 o 2 veces por semana (62,9% y 59,9% respectivamente).
“Como investigadores, presentamos una profunda preocupación ante estos resultados, ya que evidencia el cambio en patrones alimentarios negativos con el aumento del consumo de comida chatarra, alimentos fritos, bajo consumo de agua y moderado cumplimiento del consumo de frutas y verduras. Además, se expone el incumplimiento de las recomendaciones de actividad física a la semana para considerarse físicamente activo según la Organización Mundial de la Salud” señala la investigadora a cargo.
Estos resultados deben ser monitorizados y sirven como antecedente para incentivar a la población a mejorar sus conductas nutricionales, realizar pausas activas en caso de teletrabajo o tele educación y aumentar los estímulos de actividad física en el hogar.
CAMBIOS ALIMENTARIOS
Los cambios en patrones alimentarios pueden ser de causa multifactorial. En largo tiempo de estadía en los hogares provoca cambios en la rutina diaria, aumento del estrés, ansiedad y del aburrimiento. Esto se asocia a un mayor deseo de consumir alimentos de baja calidad nutricional o considerado como “comida chatarra” que su principal característica es que son altos en azúcares, grasas saturadas, sodio y con bajo o nulo aporte en micronutrientes y fibra dietética.
“Si bien la mayoría de los locales de comida rápida se encuentran cerrados y se ha había limitado al reparto a domicilio, las personas reportan estar cocinando más, pero no precisamente más saludable. Otro factor puede ser la misma adquisición o compra de alimentos ya sea por variaciones en el ingreso económico o nuevas prioridades. Esto no es nuevo, existe un grueso de la población chilena que muchas veces quiere comer mejor o más saludable y que por dificultades económicas no lo puede realizar”, afirma la docente de la UFRO.
La falta de educación alimentaria y de hábitos saludables a nivel familiar, es otro punto importante de seguir desarrollando, según los investigadores, ya que las pautas nutricionales deben ser corregidas desde el núcleo familiar con pequeños cambios, para así incorporar de forma gradual la mejora en la selección de alimentos. “Debemos concientizar a la población de que estamos en un punto de inflexión donde este es el momento para mejorar nuestra alimentación, identificar que realmente nos aporta en calidad nutricional y disminuir o controlar aquello que a la larga, solo nos enferma más”, agrega Reyes. CONDUCTAS NUTRICIONALES MÁS SANAS
En la antigua “normalidad” se creía que las personas tenían malos hábitos por estar todo el día trabajando, no tener tiempo para cocinar comida casera o estaba limitado el acceso. Pero ahora que se pasa más tiempo en casa, se evidencia que esto no ha variado y que incluso hay factores de riesgo que se asocian a un aumento de peso como el bajo consumo de agua y el consumo de alcohol.
“Hacemos hincapié a organizar la compra en el hogar, evaluar lo realmente necesario y optimizar los recursos para comprar más verduras, frutas, legumbres. (Estas últimas se recomiendan de 2 a 3 veces por semana). Organizar la rutina diaria ya que eso permitirá organizar los horarios de comida que sean idealmente 4 principales y que en el almuerzo y cena se presentan un aumentado aporte de verduras. Evitar acostarse en la madrugada o mejorar la rutina de sueño que también se ve como un factor asociado a más horas de vigilia, mayor consumo de alimentos procesados.
Se recomienda además disminuir comida frita o técnicas culinarias poco saludables, cambiarlas por preparados al horno, parrilla, plancha, vapor, al agua, entre otros. Finalmente, sumado a las pautas anteriores, “recomendamos aumentar el ejercicio a 150 minutos a la semana de actividad moderada a vigorosa según la condición física y como se percibe al esfuerzo. Estos minutos de actividad segmentados en la semana se han indicado también como un efecto inmuno modulador para activar el sistema inmune y así enfrentar los efectos producto al confinamiento, estrés y hábitos alimentarios” comenta la docente del Departamento de Educación Física.
Cabe destacar que este artículo fue publicado recientemente en la Revista Científica Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública (International Journal of Environmental Research and Public Health, factor de impacto Q1).
Claudia Palacios Arriagada
Facultad de Educación, Cs. Sociales y Humanidades